
La cuarta temporada de 'The Crown' se estrenaba en noviembre y, polémicas reales aparte, todavía seguimos encontrando temas para comentar. Las localizaciones y la ambientación son algunos de los aspectos que más fascinación causan cada temporada y, si en la tercera temporada Sevilla aparecía en la serie como si fuese California, esta vez los paisajes de Málaga y Almería sirven para transportarnos ni más ni menos que hasta Australia y Nueva Zelanda.
Que en la televisión casi todo es mentira ya lo sabemos y ahí reside parte de su magia, porque que The Crown nos haga creer que entramos a la habitación en la que duerme la Reina Isabel II en Buckinham Palace, o a los salones en los que se reúne la familia real en la intimidad, o que les acompañamos en sus vacaciones en Balmoral es pura magia. La misma que nos hace pensar que Josh O’Connor, caracterizado como el príncipe Carlos; y Emma Corrin, como Lady Di, recorren las calles de Sidney, pasean por Adelaida o juegan con su hijo en un paraje de Nueva Zelanda cuando realmente están en Málaga, o en el desierto de Tabernas, en Almería.
Aunque quizá no tenga mucho sentido hablar de spoilers en una serie como The Crown, que ficciona la historia de la realeza británica, ya te avisamos de que si no has visto la serie puedes dejar de leer aquí. Y si ya has visto la serie, igual merece que vuelvas al capítulo seis de la cuarta temporada para verlo con otros ojos. En ese capítulo en cuestión, titulado Tierra de nadie, el príncipe Carlos y Diana ya están casados y se enfrentan a su primera gira internacional. La pareja tiene previsto recorrer Australia a lo largo de varias semanas y Diana de Gales insiste en llevarse a su hijo, Guillermo, que en ese momento es un bebé de nueve meses.
La gira por Australia se plantea como una gran prueba de fuego para el príncipe Carlos y su imagen como futuro monarca, sin embargo, la visita supondrá la consagración de Diana de Gales como toda una estrella que llega incluso a eclipsar a su marido. Algo que el futuro rey no lleva nada bien y que supone un problema añadido a la ya turbulenta relación del matrimonio. Uno de los primeros baños de masas que la pareja se da en Australia tiene lugar en la ciudad australiana de Brisbane. Eso, en teoría, porque la escena que arranca en la piscina de la azotea de un edificio y desciende con un travelling hasta llegar a ras de la calle en la que Carlos y Diana saludan a los ciudadanos está, realmente, rodada en la calle Molina Lario de Málaga y en el Hotel AC Málaga Palacio.

Otro momento clave en el capítulo es cuando los príncipes de Gales hacen una parada en la gira para visitar a su hijo que se alojaba en un tranquilo rancho en la ciudad de Auckland en Nueva Zelanda para que no sufriera con todo el ajetreo del viaje. En este caso el rodaje de The Crown se trasladó hasta el desierto de Tabernas, en Almería, muy cerca del poblado Fort Bravo-Texas Hollywood que ha sido escenario de tantos western. En este caso, allí también tenía lugar un duelo entre el príncipe Carlos y Diana de Gales que, sin embargo terminó de la mejor manera posible: con una temporal reconciliación de la pareja.

Además, el malagueño Palacio Monte Miramar sirve para recrear la residencia del primer ministro australiano, Bob Hawke, en Camberra, y la residencia militar Castañón de Mena fue escenario para diferentes momentos: desde el encuentro de la princesa Diana con el equipo ganador de una competición de socorristas, a su llegada a una de las fiestas a la que asiste durante la gira, e, incluso, la visita de Diana a un hospital. También el jardín botánico de Málaga ubicado en la finca de la Concepción hace las veces de la ciudad de Adelaida.



El artífice de la ilusión que hace pasar por australianos parajes y ciudades andaluzas es el diseñador de producción Martin Childs que recientemente explicaba que para conseguirlo había combinado las localizaciones españolas con otras británicas a las que solamente "les hacía falta la luz de España" para parecer Australia.

